"Tenemos el deber moral de recordar el Holocausto", Guido Finzi


El arte de conversar, el arte de narrar

Entrevista con Guido Finzi, autor de Herr Doktor, historia de un encuentro.

Por Lydia Terán y Labrador

Guido Finzi, autor de Herr Doktor,
historia de un encuentro

Esta delicada novela, compleja por su fondo, sencilla por su ejecución, es el exponente de nuestra necesidad de explicarnos y relatar la terrible historia del siglo xx. Debemos narrarla, integrarla en nuestro relato individual y colectivo… ¿Es necesario decir que somos hijos de esta historia, que tanto nos afecta aún hoy?

Sin embargo, Herr Doktor, historia de un encuentro también es una novela de amor, la búsqueda de amor por Guido Finzi, y el amor sin condiciones que el anciano doctor siente por Frida, mujer clave en esta historia y cuyo recuerdo defiende más allá de la muerte.

Guido Finzi la ha abordado del modo más natural, utilizando el puente de una conversación entre un anciano doctor y un escritor que coinciden en una vieja cafetería de Madrid. El anciano convertirá al escritor en el confidente de su biografía, marcada por la guerra civil, la represión franquista y el exilio a Argentina. Se diría que el anciano se apoya en una nueva generación para mantener vivo el hilo de la memoria, que también es nuestra memoria.

 

¿Cómo surgió la idea de escribir esta historia? ¿Está el anciano doctor inspirado en algún personaje real?
La idea surgió porque yo quería dar el salto de los cuentos a la novela… como reto, como una evolución natural que se da en muchos escritores. Y sí, el anciano está relacionado con dos hombres granadinos fallecidos hace tiempo; uno, un médico de la burguesía, que se salvó in extremis de ser fusilado al término de la guerra civil, y otro, un maestro que sufrió prisión por haber sido capitán durante la contienda bélica. Las diferencias de éstos con respecto a mis personajes son notorias, pero también existen unas cuantas concordancias, tanto en los ideales como en la vivencia de ciertos pasajes existenciales.

¿Dónde se encuentra el Café Siena?
El Café Siena es una invención. En mis viajes a otros países, me gusta visitar antiguos cafés, locales donde perdura el gusto refinado de otras épocas y en los que imagino a célebres personajes ocupando las mesas. La descripción que hago del Siena es una amalgama de imágenes que guardo en la mente de varios de esos lugares y también de otros que no visité, pero que conozco a través de fotografías, y que espero conocer personalmente en un futuro.

"Sin título", fotografía de Guido Finzi


Madrid, Buenos Aires, Granada. Este triángulo, como en otros relatos tuyos anteriores, vuelve a ser el terreno de juego de tu narrativa.
Buenos Aires y Madrid son las dos ciudades en las que he vivido casi toda mi vida y a las que me siento muy unido. Disfruto perdiéndome por sus calles, buscando rincones exóticos, cementerios poco concurridos o edificios singulares. Afortunadamente, y a pesar de que las conozco bastante bien, aún me llevo ocasionales y agradables sorpresas en el curso de mis caminatas. En cuanto a Granada, es donde resido desde hace tres años: una ciudad que no conocía y a la que llegué por amor a la que hoy es mi pareja. Y todo esto me sucedió tras la publicación de mi libro Rumbo Sur: un título que sin duda resultó premonitorio.

Frida es más que el tercer personaje de esta historia. A medida que pasan las páginas, esta mujer enigmática y bella va cobrando altura. Dime si me equivoco si afirmo que la figura de Frida y la virtud femenina que representa es el pilar de tu novela.
Frida es un personaje que se fue imponiendo de a poco. Al principio, tenía menos bastante menos relevancia, pero, a cada relectura que hacía de lo ya escrito, sentía la necesidad de añadirle algo nuevo. Me sentía cada vez más seducido por ella y creo que a los lectores les ocurrirá lo mismo. Frida es la heroína de esta historia; una mujer de enorme valía y con un pasado trágico al que debía derrotar a diario, con la férrea convicción de vivir, de resistir y de imponerse a los criminales planes de miserables y totalitarios.

Leyendo tus relatos, y leyendo ahora tu novela, me pregunto quién es realmente Guido Finzi. Tengo la sensación de que te retratas con ligereza, con un fondo constante de autocrítica y de humor.
Guido Finzi es un hombre que busca entender la vida y a sí mismo. Uno no termina nunca de conocerse, pero sí sabe cuáles son sus mañas y sus errores favoritos. Nos gusta decir que nos jodió la vida cuando en realidad casi siempre nos jodemos nosotros mismos. Por eso, yo me quedo con la autocrítica y el humor como forma de enfrentar los reveses. Creo que es la única manera de adquirir lucidez, crecer como seres humanos e inmunizarse contra fanatismos e ideologías perversas.

Hay detrás de Herr Doktor, historia de un encuentro, una profusa documentación sobre la evolución del fascismo y las organizaciones paramilitares.
Más allá de algunas conversaciones con historiadores y con familiares que padecieron el fascismo, son temas que siempre me han interesado y de los que poseo una vasta bibliografía. Comprenderlos nos ayuda a saber cómo enfrentarlos.

La vida de Frida estuvo marcada por el Holocausto. Creo recordar que en tu novela ni siquiera se menciona con este nombre, pero es una piedra de toque de la memoria histórica, un punto de inflexión de la historia contemporánea. ¿Cómo ve el horror del Holocausto un escritor como tú, hoy, más de setenta años después?
Para mí, el Holocausto fue la mayor tragedia humana de la historia. Y que haya tenido lugar en Europa, y con la culta Alemania a la cabeza, lo convierte en un hecho de imposible explicación y donde, a partir de cierto punto, no podemos seguir avanzando con la lógica. Setenta años después, seguimos teniendo el deber moral de recordarlo y de escuchar las voces de aquellos que lo padecieron y sobrevivieron para contarlo. En estos tiempos, caracterizados por la profanación de todo y el avance de populismos de todos los colores, quizás sea aún más necesario que unos años atrás. Por supuesto, tampoco puedo abstraerme de que, en ese tiempo, los alemanes hubieran intentado acabar conmigo.

Tengo que preguntarte por el lenguaje. Has escrito una novela de un delicioso estilo oral, una novela casi diría que mestiza, panhispánica, en la que se encuentran el español de Argentina y el de la península Ibérica.
Me gusta el uso de ambas variedades. A diario, hablo como si fuera madrileño de nacimiento, pero, para insultar, suelo recurrir a palabras aprendidas en mi infancia porteña. Igualmente, cuando estoy en compañía de otros argentinos, la tonada rioplatense emerge inmediatamente, con total naturalidad, como si un avión acabara de dejarme en Barajas.

¿Qué autores te han inspirado e influido? ¿Quizás el Sándor Márai de El último encuentro?
Leí El último encuentro, de Márai, apenas salió publicado en España, y me encantó. Sin embargo, mis mayores influencias vienen de otro lado, concretamente del otro lado del charco, y de autores argentinos como Marcelo Birmajer, Horacio Vázquez-Rial, Borges, Edgardo Cozarinsky o Humberto Constantini.

¿En qué proyectos literarios está ahora Guido Finzi? ¿Libro de relatos o novela?
Tengo en mente escribir otro libro de cuentos, pero quién sabe. Lo mismo empiezo a escribir, se me aparece Frida y, entonces, no sé si podré resistirme a escribir una novela. El personaje lo amerita sobradamente.


Madrid-Granada, 30 de noviembre de 2018

Primicias, frutos y presagios (Laberinto 4-6), de Juan Ignacio Ferreras

La trilogía Primicias, frutos y presagios  
reúne las novelas ÉglogaEvocación Ensueño 


Ilustración de cubierta: «La despedida de los adúlteros», dibujo 1043 de Juan Ignacio Ferreras, en montaje con «Laberinto».

«De las tres novelas incluidas en esta entrega de Laberinto, la titulada Égloga es la que más me ha gustado. Una novela brillante, escrita con el mismo estilo sugerente e hipnótico que ya hemos leído en otras novelas de Juan Ignacio Ferreras, como Calle Demasiado pequeño para ganar la guerra. Se nota que Juan Ignacio estaba inspirado. Escribía de cosas que le afectaban, recuerdos de su infancia y adolescencia, historias vividas o soñadas en los paisajes familiares.

»Égloga narra un veraneo en las montañas de León. La costumbre de veranear en los pueblos familiares sigue viva en España en pleno siglo XXI. A veces, uno conserva la vieja casa donde se criaron sus padres o sus abuelos y que sólo se habita en verano. Otras veces, quizás conserve familia en el pueblo y comparta apellidos con muchos vecinos. Pero Égloga está ambientada en la década de 1940, cuando esa vinculación entre el veraneante, la familia y el paisaje era aún muy fuerte. El joven, que estudia Derecho en Madrid, se reencuentra con un modo de vida en el que se hunden sus raíces (…)» (José Marzo)

Artículo completo, en el blog de José Marzo.

*

LABERINTO, de Juan Ignacio Ferreras

Una novela de novelas. Una novela formada por cien novelas.

La obra de toda una vida, por uno de los mejores escritores españoles contemporáneos.

Una de las obras más ambiciosas de la literatura española de todos los tiempos.

Una obra en la que su propio autor se perdió muchas veces, y en la que el lector encontrará historias fabulosas y cotidianas, estructuras narrativas osadas, paisajes de la realidad y de la imaginación, del presente, del pasado y del futuro, diálogos y soliloquios, personajes posibles e inverosímiles, lenguajes de lo privado y lo público…

La prosa de un lugar y un tiempo, de un escritor excepcional.


Ficha técnica:
ISBN libro: 978-84-944688-8-9
Nº de páginas: 290
Colección: ACVF narrativa
Serie: Laberinto

Encuesta sobre «Lectura, libros y redes sociales»

Encuesta sobre «Lectura, libros y redes sociales».

Danos tu opinión. Encuesta anónima y confidencial.

Gracias.


Hay tanta gente alrededor de la jaula de los monos,
que parece que dan conferencias
(Ramón Gómez de la Serna;
dibujo de David Vela para el Bestiario de greguerías).

Libro del mes en el Club de Lectura de ACVF Editorial: Viento en los oídos, de José Marzo (noviembre de 2016)

Sigue la cuenta de ACVF Editorial en Twitter y obtén gratis el ebook de la novela 

Viento en los oídos, de José Marzo.

Hasta el 30 de noviembre de 2016.

Sólo para seguidores de la cuenta de ACVF Editorial en Twitter.


+ info sobre Viento en los oídos y José Marzo (aquí)

 
José Marzo

Trilogía de Jacques Vingtras, de Jules Vallès (El niño, El bachiller y El insurrecto)

«Niño, bachiller e insurrecto: Jules Vallès y su Trilogía de Jacques Vingtras»

por Alicia Biare

«Vislumbro la imprenta y el periódico, 
la libertad de defenderse, la simpatía por los rebeldes»,

Jules Vallès

Fue periodista. Conspiró contra el régimen de Napoleón III y estuvo en  prisión por sus artículos. Fundó periódicos. Se apodó a sí mismo el «abogado de los pobres y del trabajo», mientras que la prensa adversaria lo caricaturizó como un perro enfurecido con un cacharro atado a la cola. Participó activamente en la política de su tiempo y sufrió exilio. Sin embargo, Jules Vallès (1832-1885) ha acabado por ganar un puesto en la historia de la literatura gracias a la Trilogía de JacquesVingtras. En opinión del novelista José Marzo, esta trilogía, compuesta por las novelas El niño, El bachiller y El insurrecto, es «una de las obras autobiográficas más hermosas de todos los tiempos».
Jules Vallès, retratado por Courbet
La obra
Fue elogiado por Émile Zola, que saludó la publicación de El niño con palabras encendidas: «Pido que lo lean por amor a la verdad y a la inteligencia». Albert Camus lo admiraba. Uno de los pintores más importantes de Francia, Gustave Courbet, del que era amigo, lo retrató al óleo, y actualmente hay calles que honran su memoria en las ciudades francesas más importantes. Sus restos reposan en el cementerio del Père Lachaise, en París, cerca de los de Molière, Delacroix o Jim Morrison y a unos pasos del llamado «muro de los federados», donde más de cien de sus compañeros fueron fusilados en 1871.

En España, el reconocimiento de su figura y las ediciones de su obra han seguido una trayectoria azarosa. Andreu Nin fue su primer editor, al traducir El insurrecto al catalán en 1935. En los años setenta y ochenta, se sucederían ediciones parciales de Mateu, Alianza y Bruguera. Autores y académicos como Javier Cercas, Manuela San Miguel o Manuel Hidalgo han escrito sobre él. Hace algunos años, la editorial Periférica recuperó su Testamento de un bromista y otros títulos, contribuyendo a la difusión de su obra entre nuevas generaciones de lectores. Finalmente la editorial ACVF, que ya publicó completa la famosa trilogía, en tres volúmenes, en el periodo 2006-2007, la publica ahora en un solo volumen, en la traducción canónica de Manuel Serrat Crespo. ¿A qué se debe la actualidad de este escritor excepcional?

Jules Vallès, su vida y su tiempo
Ilustración de cubierta de la edición
de El niño en ACVF Editorial
Jules Vallès nació en Le Puy-en-Velay, un pueblecito de la Francia interior. Su padre era profesor, y su madre, ama de casa. Tanto en el colegio como en el liceo, Vallès fue un alumno brillante. Los recuerdos de infancia y pubertad alimentarían, años después, su novela El niño, una narración emotiva, a menudo divertidísima, escrita con un estilo ágil a base de retazos impresionistas. En ella, con la voz de su alter ego Jacques Vingtras, retrata a unos progenitores acomplejados, víctimas de una sociedad reaccionaria. El padre, sometido a una estructura académica deshumanizada, castigará a su propio hijo aún con más dureza que al resto de los alumnos. La madre, mujer de origen rural que no acaba de asumir su estatus de esposa de un profesor, hará de su propio hijo el muñeco en el que descargar su frustración.

Siendo aún adolescente, Vallès participó en la resistencia contra el golpe de Estado de 1851 en París, adonde había acudido a estudiar como interno. Es un punto de inflexión en su vida. Su padre, para no verse comprometido políticamente, hará que lo internen en un manicomio. A su salida, dos meses después, el futuro de Vallès está sellado. Es un estudiante rebelde, ha roto casi toda relación con sus padres y se compromete con las luchas clandestinas contra el imperio. Éstos son los hechos que recrea en El bachiller, segunda novela de la Trilogía de Jacques Vingtras: una juventud precaria en miserables habitaciones alquiladas, comidas frugales y jornadas enteras de ayuno, el hambre, trabajos ocasionales y mal pagados. Sin embargo, el estilo moderno de Jules Vallès convirtió su narración al mismo tiempo en un clásico de la crítica social y del humor.

Sus colaboraciones en prensa en importantes periódicos de la época, como Le Figaro, y sobre todo su serie de artículos Los refractarios, en 1866, en los que dibuja a toda una generación de talentos y luchadores sociales en la marginalidad, harán de él un periodista célebre.
Jules Vallès, caricaturizado en la prensa de la época
Por sus actividades a la cabeza de la oposición republicana al imperio, se le impondrán multas y sufrirá prisión. Candidato socialista en las elecciones legislativas de 1869, él mismo se definió como el «abogado de los pobres» y «del trabajo», «el diputado de la miseria». Los tímidos cambios en las instituciones francesas no bastarán para contener el descontento. Las protestas y las insurrecciones se sucederán en los meses y años siguientes y el imperio se tambaleará.

Estos prolegómenos de la revolución de la Comuna de París de 1871, su devenir y su desenlace serán el escenario de la tercera de sus grandes novelas autobiográficas, El insurrecto, que se publicó en libro póstumamente, en 1885. José Marzo afirma que, a diferencia de sus dos primeras novelas,  «Vallès no pudo tomar en El insurrecto la misma distancia ante los hechos. El estilo, vibrante, es a veces más descuidado. Pero esta dislocación transmite la propia confusión de la revuelta y la brutalidad de la represión con una electricidad que casi se puede tocar. Hay momentos en que se está adelantando en varias décadas al expresionismo». 

Por ello, se le ha considerado un antecedente de Louis-Ferdinand Céline. Un ejemplo de tal expresionismo será la imagen que cierra el libro. Entre los derrotados, se ha corrido el rumor de que el insurrecto ha muerto cobardemente, llorando e implorando perdón. Según el ensayista e historiador de la Comuna Bernard Noël, lo cierto es que Jules Vallès combatió en las barricadas del distrito V de París durante la Semana Sangrienta, a finales del mes de mayo. En plena represión, hallará refugio en casa de un amigo y luego huirá al exilio. Desde la frontera, se vuelve y contempla el atardecer sobre París: nubes inflamadas de rojo que parecen enormes blusones de trabajo, suspendidos en el cielo y manchados de sangre.
Ilustración de cubierta para la edición
de El insurrecto en ACVF Editorial

Fue en el exilio en Londres donde escribió la Trilogía deJacques Vingtras, en una difícil situación tanto económica como psicológica. El niño, publicado en París en 1879 con pseudónimo para ocultar la identidad del autor, sacudió a la sociedad de su tiempo y fue una de las cuñas culturales para la reconciliación de una Francia dividida. Tras la amnistía, retomó su actividad periodística, pero murió muy pocos años después a causa de la diabetes. Según algunas fuentes, hasta sesenta mil personas acudieron a su entierro, pero otras fuentes reducen drásticamente esta cifra. En cualquier caso, ya había comenzado a levantarse por encima de la persona la grandeza de una obra que supera tópicos y trasciende ideologías.

Según los amigos presentes en su agonía, sus últimas palabras fueron «He sufrido mucho» («J’ai beaucoup souffert»). Su legado cultural fue el testimonio literario y humano de un escritor honesto y su apuesta por una reconciliación exigente, tal como escribió en su periódico El Grito del Pueblo: «Escribiré en mi bandera: “Vivir trabajando”, sin añadir “Morir combatiendo”. Pido herramientas, no fusiles. Y grito: “¡No sangre, sino pan! Sólo gritaré “justicia” y mantendré recta la balanza, sin permitir que uno de los platillos descienda por un soplo de ira o bajo el peso de un sable».

Ficha técnica:
ACVF Editorial, Madrid
740 pp. 24,50 euros.
Traducción de Manuel Serrat Crespo
ISBN: 978-8494468872

Nota: el libro está a la venta sólo en Amazon




* Más información en los siguientes artículos y documentos:

«De niño a insurrecto», por José Marzo

«En El niño se resuelve la aparente paradoja que hace posible la democracia: la complementariedad entre lo individual, lo social y las instituciones. El ciudadano demócrata no defiende sólo su interés, sino que al comprometerse defiende el derecho de todos, que él comparte. El ciudadano se mira desde fuera, uniendo su suerte a la de los otros. Es libre si son libres los demás; es solidario porque los demás se solidarizan con él; se reconoce como un igual».  (artículo en pdf) (artículo también disponible en el blog de las Veladas de La Garza)

(El artículo de José Marzo, que sirve de prólogo a la edición en ebook de El niño, fue publicado originalmente en la revista La Fábula Ciencia de abril de 2007).

Página web dedicada al autor (en francés)
Artículo de Zola sobre El niño  (pdf)
«Deseo que este libro sea leído. Si tengo alguna autoridad, pido que lo lean por amor a la verdad y a la inteligencia. Obras de tanta fuerza son muy raras. Cuando aparece una, debe llegar a todas las manos.» (descargar pdf)

“Por la liberación del niño: Jules Vallés”, texto de Manuela San Miguel
Reseña de El niño en La Tormenta en un Vaso
Principio de El niño, en este mismo blog
El libro en Amazon 

Pensando la pluralidad

Pensando la pluralidad
Conversación entrevista con José Marzo
Por Carlos Cortés
Cuando leímos hace algunos años La alambrada, esa historia al límite entre un moribundo y su sobrino, algunos pensamos que la novela seguía siendo posible y necesaria en la sociedad contemporánea. La lectura del ensayo El paso, que antes de ser libro se publicó por entregas en la revista Luke, también nos hizo ver que son posibles y necesarios el ensayo y la filosofía escritos desde fuera del mundo académico… Si la democracia es una «anomalía histórica», como dice en uno de sus aforismos, José Marzo es también una anomalía en la cultura española actual, una «anomalía literaria».
Agua es un libro sencillo y complejo a la vez. Cada aforismo es una llamada a nuestra inteligencia, una caricia que despierta una sensación, a veces una bofetada inesperada que nos aturde. Hay que leerlo: «Un buen aforismo es el peldaño que el lector pisa para subir». Leamos, pisemos y subamos.

La dedicatoria

CC:  En la dedicatoria de Agua, hay una alusión al 15M: «A los que, en la plaza o en su estudio, vieron más lejos y más claro».
JM. Quería subrayar ese doble plano de lo público y lo privado. La plaza, en la cultura española, es el símbolo de la vida pública. Aunque cada vez menos, porque los grandes centros comerciales, con sus avenidas con aire acondicionado y comercios, las han sustituido casi por completo…. Pero sí, también pensaba en el 15M. Comencé a escribir Agua en mayo de 2011. En principio, sólo quería recoger mis impresiones y reflexiones sobre lo que estaba sucediendo.

CC. ¿Cuál es tu opinión sobre el Movimiento de los Indignados?
JM. El 15M es lo mejor que le ha pasado a la cultura europea en las últimas décadas, desde el Mayo del 68. Me refiero a la cultura política democrática. Prefiero hablar de «15M» y no de «movimiento de los indignados». En español, hay una distinción muy clara entre «ser» y «estar». No es lo mismo, desde luego, «estar indignado» que «ser un indignado».
Acampada del 15M en la
Puerta del Sol de Madrid (mayo de 2011)

CC. ¿Adónde quieres ir a parar?
JM. Hay un momento para la indignación y la protesta y otro momento para la reflexión y la propuesta constructiva. También yo me indigno, claro, quién no; pero la cabeza siempre debe dirigir nuestras acciones. La cabeza, la racionalidad, siempre delante. Hay algo que no me acaba de gustar en esa supuesta identificación de los que en un momento dado protestamos con la mera indignación. Me recuerda a esa ideología medieval que dividía a los hombres entre la nobleza que guerrea, el clero que reza y la plebe que labora. Los poderes dominantes pueden tener un interés por identificar a los contestarios con la irracionalidad. Dividir el sistema actual entre los empresarios que invierten, los políticos que gestionan y los ciudadanos que trabajan y protestan… La democracia no resistiría esas divisiones estamentales. No son reales, porque todas las personas tenemos talentos diversos… Y a lo largo de una biografía individual, uno puede cumplir sucesivamente funciones distintas. No sé si me explico…

CC. Perfectamente.
JM. El nombre de «15M», que fue el primero y original, es más neutro, y puede englobar esas dos actitudes complementarias, racionalidad y contestación indignada. La capacidad de crear, la de gestionar, y también la posibilidad de crítica.


CC. ¿Participaste en el 15M?
JM. En la asamblea de la localidad donde resido. Sólo estuve en una ocasión en la Puerta del Sol, en los primeros días. Comenzaba mis vacaciones anuales poco después, en el mes de junio. Me marché de Madrid y, aunque tenía previsto escribir una novela corta, estuve muy atento a todo lo que ocurría y comencé a escribir los aforismos de Agua. También, casi inmediatamente, empecé a publicarlos en Twitter, aunque no debía haberlo hecho.

CC. ¿Por qué?
JM. Aislados, pierden significado. Los aforismos hay que entenderlos en su conjunto. Un aforismo suelto puede ser sólo una ocurrencia. Sin su contexto, se malinterpreta fácilmente.

CC. Entiendo, entonces, que tu primer conocimiento del 15M fue a través de la televisión y de las redes sociales…
JM. Al regreso de las vacaciones, comencé a frecuentar las reuniones semanales en la localidad en la que resido, al sur de Madrid. No fui un miembro muy activo, pero conocí a personas muy interesantes. Vi cómo el movimiento se iba reduciendo con el paso de las semanas y de los meses. Cómo el centenar de personas de las primeras reuniones se iba reduciendo hasta un pequeño núcleo de diez personas o poco más, al cabo de un año. Luego hubo algunas disensiones de fondo y acabé por distanciarme. Fue una experiencia muy interesante.

CC. ¿En qué sentido opinas que ha sido muy importante para la democracia?
JM. Por primera vez, se planteó una alternativa estrictamente democrática a la forma actual de la democracia. Ya se había desechado el modelo comunista. Se hablaba de igualdad y de libertades, de participación, nada más que de una democracia mejor…

CC. …y nada menos.
JM. Y nada menos.

CC. Han pasado cinco años. ¿Qué queda del 15M? ¿No es una pena que se fuera disolviendo?
JM. Quizá no. Pienso que sus efectos están por verse. Cumplió una función histórica importantísima. Dinamizó la cultura política, que fluye a un nivel más profundo que las prácticas institucionales o las de los partidos políticos. Es preferible que no haya tenido continuidad y nadie pueda apropiarse de su legado, porque así seguirá siendo una fuente de inspiración. Pienso que, sobre todo, fue un semillero de ideas, ideas para una nueva política, un nuevo tipo de asociacionismo y sindicación, ideas para una manera diferente de organizar las empresas y la economía…
(…)

Literatura

CC. Yo diría que Agua es sobre todo un libro sobre lenguaje y literatura, porque asignas a ambos un papel central en la sociedad.
JM. No quiero incurrir en el exceso de decir que el lenguaje o la literatura pueden cambiar el mundo. Hay una economía, unas estructuras institucionales, unas organizaciones … Ante eso, una palabra se hace pequeña, chiquitita. Pero el lenguaje nos permite entender la realidad y articular nuestras respuestas, por humildes que sean.

CC. Esa racionalidad a la que te referías antes. Sin embargo, la cultura hegemónica es audiovisual.
JM. Sí. Aquella famosa frase de la imagen y las mil palabras… es falsa. Desde luego, una fotografía describe el aspecto de un objeto más y mejor que mil palabras, pero las palabras hacen con el objeto cosas que la imagen no sueña. La clasifican, la explican, destacan de ella lo relevante, lo útil, le dan un fin… La humanizan. Por eso precisamente decidí usar una fotografía del planeta Tierra como ilustración.
Ilustración de cubierta del ensayo Agua
[+ info sobre Agua en este mismo blog]


CC. ¿Lo hiciste porque llamamos Tierra a nuestro planeta a pesar de que la mayor parte de su superficie es agua?
JM. Tenia esa idea en mente, sí, en parte. Pero la capacidad de nombrar es sólo una de las propiedades del lenguaje. También categorizamos y le damos un sentido a las cosas. Y lo hacemos a una escala humana, que nos permita entender, disfrutar de la belleza de las cosas, y en algunos casos actuar sobre la realidad. Por eso contamos la distancia entre Madrid y París en kilómetros o en horas de vuelo, y no en años luz o en milímetros.
(…)

CC. Insistes mucho en la idea de la sencillez, en la precisión del lenguaje. Esto es una constante en tu propia obra literaria, desde tu primer libro.
JM. Los libros que más me han emocionado han sido obras escritas con sencillez, fueran novelas, poemas o relatos.

CC. Sin embargo, se ha impuesto la idea de que lo más característico de la literatura española ha sido lo contrario, el barroquismo.
JM. Autores como Quevedo o Góngora cerraron el Siglo de Oro. Quizá sea por eso por lo que se les ha visto como la culminación de un proceso, como obras de madurez de toda una cultura. ¿Y si fueran la expresión de una decadencia? No estoy de acuerdo con esa visión barroca de nuestra literatura. Yo me siento heredero de El Lazarillo, o ya en época contemporánea, de las novelas de Benito Pérez Galdós o de Baroja… Volviendo a los clásicos, El LazarilloLa Celestina… los poemas de san Juan de la Cruz o fray Luis de León son obras luminosas. Claras, sencillas y luminosas. O las Novelas Ejemplares de Cervantes.
«El Lazarillo de Tormes», pintura de Goya
CC. Y el Quijote, claro.
JM. El Quijote es una genialidad. Una obra maestra. Pero no es para mí un modelo.

CC. Esto que estás diciendo te puede crear algunas enemistades.
JM. Podemos reconocer la grandeza de algo y al mismo tiempo no tenerlo por modelo… No creo que a la literatura le vengan tan bien los consensos. El Quijote es una obra paródica. Sin el objeto cultural parodiado, que es la novela de caballerías, la parodia queda colgada en el aire; nadie lee novelas de caballerías desde hace cinco siglos. A mí me gusta ver en el Quijote esa lucha entre el hombre idealista y humanista y la realidad decadente de su época, plagada de resentidos, oportunistas y gentuza en toda la escala social, desde el plebeyo hasta el noble. A partir de aquí, la obra, que se estructura en episodios, resulta reiterativa. Tiene escenas maravillosas, que ya forman parte de la cultura universal, como la de la batalla contra los molinos, o la de los galeotes que don Quijote libera, que es una de mis favoritas…

CC. En mi opinión, está a punto de convertirse más en un documento literario que en una obra viva, porque el lenguaje que utiliza es cada vez más lejano del actual, y también porque la cultura y los referentes culturales han cambiado mucho.
JM. Estoy de acuerdo contigo... aunque con eso que afirmas tampoco harás muchos amigos… En cualquier caso, sigue siendo una síntesis maravillosa de lo que estaba ocurriendo en la España de la Contrarreforma, el fracaso del humanismo en la España de Trento, la pérdida de los valores humanistas y sus ideales… He leído el Quijote dos veces, una en la adolescencia, en la época del instituto, y otra con veintipocos años, pero no creo que vuelva a leerla completa. Mi obra favorita de Cervantes es El licenciado Vidriera, una de las Novelas Ejemplares.

CC. El licenciado que toma un brebaje y se cree hecho de vidrio.
JM. Es como un Quijote en pequeño. El conflicto básico es similar, el del humanista contra la realidad reaccionaria, aunque se estructura como aquellas «vidas de filósofos» de Diógenes Laercio. He citado en muchas ocasiones el final…

CC. … cuando el licenciado recupera la razón y no logra ganarse la vida como letrado.
JM. Sí, y se marcha a Flandes, donde acaba eternizando por las armas lo que había empezado a eternizar por las letras… Pura ironía cervantina.
(…)
Supuesto retrato de Miguel de Cervantes
atribuido a Juan de Jáuregui
CC. No he acabado de entender el aforismo en el que reivindicas una novela pluralista y te posicionas en contra de la narrativa fragmentaria («Reivindiquemos la narración del pluralismo y superemos los fragmentos inconexos de la posmodernidad, vieja prematura.»).
JM. A veces escribo en primera persona del plural para hablar conmigo mismo, me estoy dando un consejo… Pero… Tendemos a llamar «novela» a cualquier obra narrativa larga, y esto no es así. Una miscelánea hecha de fragmentos puede ser una extraordinaria obra literaria, pero no es necesariamente una novela. Veo la novela como un género narrativo humanista. El Lazarillo dio voz a otras maneras de ver la realidad, a otras perspectivas, y al diálogo entre esas perspectivas. Comparémoslo con la narrativa épica, que ensalzaba al héroe como representante de la nobleza. La épica es ideológica. El uso del verso o la prosa no es la frontera decisiva entre épica y novela. La frontera está en otro sitio. Quizá aún mejor que El Lazarillo, pensemos en La Celestina, con esos diálogos entre la alcahueta y la doncella cortejada, y los dos criados y el joven caballero… A eso me refiero básicamente cuando hablo de novela pluralista.

CC. Pero hay técnicas narrativas en la literatura contemporánea que no existen en los clásicos…
JM. Desde luego. Ahora, podemos narrar desde el punto de vista de un personaje y luego de otro, saltando de una perspectiva a otra a veces en el mismo párrafo, y de ese juego extraer una visión más rica de la realidad… Pienso que la mejor novela de la historia se gestó en la primera mitad del siglo XX, en el periodo modernista. Hace poco he leído dos obras de dos británicos:Pasaje a la India, de Forster, e Hijos y amantes, de Lawrence. Son obras maravillosas, de un realismo total, que superan esa ingenuidad de algunos realistas del XIX, que pensaban que podían reflejar la realidad sin más. Forster o Lawrence hacen que la novela sea subjetiva, la humanizan hasta el extremo, sin dejar de ser realista. Dibujan una realidad más compleja y rica. Luego ha habido como una prolongación de este impulso, pero también una decadencia… La posmodernidad ha tenido algo de responsabilidad. Y la economía de consumo, que ha impulsado una industria del libro con criterios más económicos que culturales.
(…)

Nueva Modernidad

CC: Uno de los conceptos más interesantes expuestos en El paso, tu ensayo anterior, es, en mi opinión, el de «Nueva Modernidad». ¿Lo tomaste prestado del sociólogo alemán Ulrich Beck?
JM. Conozco la obra de Ulrich Beck superficialmente. Desde luego, no tanto como tú, que eres sociólogo. Llegué a este concepto por otro camino, por el camino del humanismo.

CC. ¿Qué significa «Nueva Modernidad»?
JM. Me lo pones muy difícil con esa pregunta. Se supone que vivimos en plena posmodernidad, que todas las grandes certidumbres se han caído… que ya no creemos en el progreso… ni en el conocimiento como medio para emanciparnos… Que el lenguaje nos engaña, que todo depende del cristal con que se mire...

CC. Es un panorama un tanto… desalentador.
JM. La descripción no es mía y no estoy de acuerdo con ella. Pero seguimos flotando un poco en ese caldo. Hace años se repetía aquello de «¡sálvese quien pueda!», con sarcasmo, claro. Pero me preguntabas por la «Nueva Modernidad»… Te contaré algo personal, porque no sabría explicarlo sin apoyarme en mi experiencia personal… Alguna vez te dije que yo fui comunista. No sé, quizá nunca fui realmente comunista. Desde luego, nunca fui un «buen» comunista. Mis padres eran y siguen siendo comunistas de corazón, de los de base, así que yo en mi infancia bebí la ideología comunista de una forma natural, veía el mundo a través de esta ideología. Pero en plena adolescencia, con quince o dieciséis años, comencé a pasar por una fuerte crisis, porque aquel ideal comunista y sus ideas y sus argumentos, incluso su ciencia, no cuadraban con la realidad de los países comunistas ni con las prácticas del comunismo europeo. Mi crisis de la adolescencia debe de ser parecida a la que experimenta un muchacho que se ha criado en un entorno familiar cristiano, católico, y se hace preguntas y no se siente cómodo con los ritos y duda de la misma existencia de Dios. A mí me pasó algo parecido. Dudaba del dios comunista. Salí de la adolescencia con una terrible confusión de ideas.

CC. Fue entonces cuando comenzaste a estudiar filosofía.
JM. Por poco tiempo. Abandoné enseguida los estudios universitarios… Debía trabajar, quería dedicar mi tiempo libre a leer y a escribir… Pero te hablaba… lo importante para mí en esos años, como para cualquier persona, era entender el mundo. Necesitaba, porque todos lo necesitamos, un marco de ideas y de valores que me permitiera entender la realidad y vivir en ella.

CC. Estamos hablando, por tu edad, de los años ochenta, de la primera década de democracia en España tras el franquismo.
JM. Sí. Estaba muy confuso. La democracia me resultaba insatisfactoria…  ¿Cómo combatir las injusticias del sistema? ¿Existía una alternativa económica democrática al capitalismo? ¿Cómo conciliar la justicia social con las libertades individuales? Porque yo, por mi carácter, he sido siempre un solitario; digamos que amo la libertad individual de un modo congénito. Por aquella época e incluso más tarde, en los años noventa, las únicas personas que se atrevían a reivindicar la igualdad eran las feministas, sin renunciar a la libertad, en su lucha por la igualdad de derechos con los hombres.

CC. Una lucha a la que le faltan muchos episodios.
JM. Desde luego. Pero fíjate cómo ha cambiado la condición de la mujer en las últimas décadas, no sólo en España, sino en todo Occidente… Si miramos la historia con perspectiva, veremos que las mujeres han dado un gran salto adelante. Y precisamente fue leyendo a una mujer, a la belga Chantal Mouffe, como empecé a ver que era posible conjugar la igualdad social con las libertades.
CC. Citas a Chantal Mouffe en una de las primeras estaciones de El paso.
JM. Sí, para mí fue determinante, porque me abrió las puertas de todo un campo de pensamiento político.

CC. ¿Pertenece entonces el concepto de «Nueva Modernidad» a Chantal Mouffe?
JM. No, que yo recuerde. Al contrario, sí recuerdo que respalda la posmodernidad. La propuesta de Chantal Mouffe está dentro del análisis de los discursos políticos. Su visión es histórica y estratégica, y una de sus intenciones declaradas y legítimas es frenar los populismos de derechas. Había algo muy productivo en lo que proponía, pero le faltaba la necesidad. ¿Por qué estos principios y no otros? Existe la mayor de las diferencias entre apostar por unos principios estratégicamente y hacerlo porque creemos en ellos.

CC. ¿Puedes explicar esto mejor?
JM. Si las circunstancias ya no hacen necesaria una estrategia, ¿nos desentendemos de los principios? ¿Los cambiamos por otros? Mi opinión es que la igualdad y la libertad están aquí para quedarse porque son principios culturales, y hay que pensar y actuar en consecuencia... Pero había otros argumentos de Mouffe con los que no estaba de acuerdo. Recuerdo que rechazaba expresamente el humanismo. Y además estaba la cuestión del derecho…
Bertrand Russell hacia 1936, fotografía de Bassano
CC. ¿Podrías citar en cuál de sus libros rechazaba el humanismo?
JM. Leí la mayoría de los libros de Chantal Mouffe hace unos quince años. Me lo pones muy difícil. No he seguido detenidamente su evolución. No comparto su actual defensa de un cierto populismo de izquierdas, pero sigo compartiendo con ella la idea de que la agonía y el conflicto son básicos en la democracia pluralista. Como sea, ella se distanciaba del humanismo. En el mundo académico, se suele identificar el humanismo con el liberalismo. Esto nos ocurre a todos a menudo, que categorizamos algo incorrectamente y este error nos cierra las puertas a nuevas posibilidades. Yo había leído mucho a Bertrand Russell, que es liberal, pero sobre todo un gran filósofo de la ciencia y del lenguaje. Y él identifica liberalismo con empirismo y con humanismo. No estoy de acuerdo con él. Hay un humanismo previo al liberalismo, incluso en la Antigüedad, en Grecia, como hay otras expresiones humanistas en el pensamiento político contemporáneo.

CC. Por ejemplo…
JM. Por ejemplo, además del liberalismo, claramente el socialismo, porque la socialdemocracia también es un humanismo. Hay ocasiones en que ambos humanismos se solapan, pero se puede apreciar que se basan en valores diferentes, o más bien en interpretaciones distintas de los mismos principios. Y habría al menos un tercer humanismo, que es quizá el que encuentra más dificultades para estructurarse, un humanismo que busca la igualdad social, celebra la diversidad y se basa en la extensión de la participación política, sobre todo mediante el sufragio universal y el voto secreto.

CC. Oyéndote, tengo la impresión de que hemos pasado de esa visión economicista, heredada del marxismo, a una visión, digamos, cultural.
JM. Sí. Pero todo esto tiene muchas ramificaciones. Antes mencioné la cuestión del derecho. Y es que, durante la preparación de El paso, me encontré con que esos principios de la igualdad y la libertad, que en principio Chantal Mouffe recupera como principios discursivos políticos, también son principios del derecho democrático, además de los principios y valores propios del humanismo, como corriente de pensamiento y literaria, en un sentido amplio. Así que de aquí se derivó todo lo demás: varios tipos de humanismo y la centralidad del derecho y de la cultura.

CC. ¿Y la Nueva Modernidad?
JM. Las certidumbres de la modernidad parecían apoyarse en la ciencia; ahora tenemos un pluralismo humanista basado en principios que se interpretan. Pero no es un pluralismo ilimitado, sino que acota unos límites. Al contrario de lo que parece impulsar alguna versión del posmodernismo, su «todo vale», su «todas las culturas valen lo mismo», tenemos un pluralismo sobre unas bases culturales vinculadas al derecho, al reconocimiento de la igualdad, a las libertades individuales, a la participación. Esto es en lo básico lo que llamo Nueva Modernidad.

CC. Si no he entendido mal, sustituimos certidumbres científicas por principios interpretables.
JM. Mejor, sustituimos la ideología por la axiología, que es la ciencia de los valores. Los filósofos de la ciencia están pensando en esto. Por ejemplo, Javier Echeverría, al que me gustaría leer con más calma, observa que la práctica tecnocientífica está impregnada de valores. Pero no nos equivoquemos, dos y dos siguen siendo cuatro y el Sol no gira en torno a la Tierra. Ciencia y humanismo no son opuestos, sino complementarios.
(…)
Ciencia y valores,
de Javier Echeverría
Filosofía y creación

CC. ¿Eres consciente de que tu ensayo no será bien recibido por el mundo académico?
JM. Lo lógico es que no le presten ninguna atención. Sólo soy un escritor y, a mi manera, un filósofo, si entendemos filósofo en el sentido original de amante del saber. No soy un especialista ni lo pretendo, y reconozco que muchas de las ideas que expongo son aproximaciones. Mi libro está dirigido a un lector culto al que le gusta pensar, pero no a los especialistas.

CC. Me comentabas antes que la mayoría de los aforismos los escribiste hace ya dos o tres años. ¿Te ha costado mucho decidirte a publicarlo?
JM. Mucho. Pero, a fin de cuentas, me habría gustado leer un libro como El paso o como Agua. Quizá haya un lector al que le interese y pueda encontrar algo útil en él. Si dejáramos el mundo en manos de los supuestos especialistas, todos callaríamos. Si todos calláramos, no habría democracia. Prefiero correr el riesgo de equivocarme.
(…)

Despedida

CC. Hace poco, en una red social, has comunicado tu intención de cerrar ACVF Editorial.
JM. Fundé ACVF Editorial en 2006 con la intención de aportar un grano de arena a la renovación literaria en España. El plan era profesionalizar la editorial y luego pasar la dirección a otra persona, impulsando un ciclo virtuoso. Pero sin presencia en librerías ni acceso a los medios de comunicación influyentes, nos estamos asfixiando. Si la mantuviera así, estaría traicionando yo mismo su propósito original. Me he dado unos años de plazo.

CC. ¿A qué te refieres con «ciclo virtuoso»?
JM.  En una empresa o en cualquier otra organización, primero aprendemos, luego vamos asumiendo responsabilidades, después enseñamos a otros y luego vamos trasmitiendo responsabilidades. En la mayoría de las empresas y las organizaciones sociales, suele darse un modelo opuesto: se constituyen como pequeñas monarquías absolutistas, con sus conspiraciones, sus luchas intestinas por el poder…

CC. ¿Y después de cerrar ACVF, no sentirás que has fracasado? ¿Qué harás después?
JM. Lucho por lo que creo. Hemos publicado libros extraordinarios. Si ACVF no cuaja, quizá en el futuro alguien pueda estudiar lo que hicimos y en qué fallamos y hacerlo mejor… Posiblemente cree otra editorial, en la que publicaré las obras de algunos autores con los que he adquirido un compromiso y para publicarme a mí mismo, pero será una empresa personal.
(…)
José Marzo
CC. ¿Qué prefieres escribir? ¿novela, ensayo, artículos?
JM. Son géneros muy diferentes que requieren actitudes muy distintas. De algún modo, el ensayo lo llevas siempre contigo; vas pensando, vas meditando, desestimando argumentos, elaborando otros. Los artículos son una respuesta a cuestiones actuales, cosas que han sucedido, que has leído… Son como una pequeña descarga eléctrica, ligera y breve. Pero escribir novela es apasionante, es sumergirte en una realidad propia. Escribir una novela es vivir una vida.

CC. Cierras Agua con una sección titulada «Despedida». Realmente, más que a despedida del libro, suena a despedida personal. El último texto es muy hermoso, «Restos». Se diría que dejas de escribir. O por lo menos de escribir novela.
JM. Hay un gran malentendido acerca del proceso de creación. No escribimos una novela como hacemos puzzles de cinco mil piezas por las tardes o preparamos bizcochos para desayunar los domingos. Una buena novela requiere una dedicación total; puede ser una dedicación breve, pero tiene que ser total. La alambrada, que algunos consideran mi mejor novela, la escribí en diez días con sus noches; pero antes había estado tres años incubándola, y luego la edición me llevó varios meses. En la práctica, he dejado de escribir hace casi dos años, que es el tiempo que ha transcurrido desde Noticias del fin del mundo. Llevo conmigo varios proyectos de novela y no sé si algún día podré acometerlos. Una cosa que oyes, una cosa que imaginas... Los proyectos van dibujándose poco a poco. Pero las circunstancias de la vida me están llevando a centrarme en otras tareas y me obligan a aplazar los proyectos. Si algún día vuelvo a escribir una novela, será porque puedo implicarme en ella como siempre he hecho, totalmente.

Veladas de La Garza, en Ischadia. 
Extracto de las conversaciones mantenidas las veladas
de los días 23, 24 y 25 de julio de 2016.


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